Cuentan que
entre los olivares yacía llorando de rodillas un maestro, cuando uno de sus discípulos se acercó a él.
– ¿Por qué llora, maestro? – Preguntó el
discípulo.
– Tengo ya muchos años, y empiezo a darme cuenta
de que me quedan pocos. Y cuando me muera y llegue al cielo, tengo mucho miedo
de que Dios, o quien sea, me pregunte por qué no he sido como Jesucristo, como
Moisés, Martin Luther King ó Gandhi. Entonces no sabré qué contestar. Por eso
lloro. – Respondió el maestro.
Y cuando el
maestro hubo dicho aquello, su alumno comenzó también a llorar.
– Calma. – dijo el maestro. – Tú aún eres muy joven,
y todavía tienes tiempo para encontrar una respuesta.
– No. – contestó el discípulo. – Yo no lloro por
lo mismo que usted. Si me muero en este momento, y podría morirme antes que
usted, cuando llegue al cielo quizás Dios o alguien me pregunte hoy por qué no
fui como Jesucristo, Moisés, Gandhi o Luther King. Y yo...Yo creo que podría
contestar a eso. Pero tengo miedo de que me pregunte por qué no fui yo mismo y
no saber qué decir.