La cremallera

"No vine a arrodillarme, vine a conquistar"

martes, 8 de febrero de 2011

De Suecia en general, y de Goteborg en particular.

          Pasé el fin de semana en Goteborg, la segunda ciudad más importante de Suecia. Un vuelo de 18 euros ida y vuelta con Ryanair desde Kaunas, a escasos 100 kilómetros de Vilnius, que hacía presumir un viaje tranquilo en términos económicos. Volar con Ryanair parece barato, menos de veinte euros para llegar a una ciudad que no está en los itinerarios habituales de los viajeros europeos. Sin embargo, el fin de semana, de viernes por la noche a domingo, ha terminado con un déficit de algo más de 200 euros en la cuenta bancaria. La pregunta parece clara. ¿Hemos tirado la casa por la ventana? La respuesta también lo es: no.
          Autobuses de ida y vuelta desde Vilnius al aeropuerto de Kaunas; también desde el Goteborg City Airport hasta el centro de la ciudad; el hostal, uno de los más baratos y para nada regalado como en otras capitales de Europa. 
          Por lo demás, gastos habituales. La obligada salida nocturna, los almuerzos y las cenas, y nada más. No visitamos museos, ni fuimos a teatros ni óperas. Allí no utilizan el Euro, sino la Corona Sueca. Un euro equivale a unas 9 coronas aproximadamente. Por ello, no era extraño ver precios que a simple vista parecían desorbitados. Aún no hemos olvidado el euro, por lo que ver 100 Krn. en la lista de precios de los menús de McDonald´s impacta. Simplemente por la cifra.
          Aparte de soltar por el botellín de cerveza unos 7 u 8 euros, los ciudadanos pagan unos impuestos desorbitados sobre todos los productos. El IVA sueco llega al 25%. Un dinero que más tarde es empleado en servicios sociales para los ciudadanos. La calidad de vida que tienen allí es palpable. Además, el gobierno sueco impone tasas abusivas sobre productos como el alcohol o el tabaco. Civismo o corrupción gubernamental enmascarada, cada uno lo verá desde un prisma diferente.
        Por lo demás, fuera de lo económico, Goteborg es una ciudad fantástica. Suecia es un país diferente.
         Da vergüenza tirar una colilla al suelo. La noche está llena de gente. Las colas para entrar en bares y discotecas son larguísimas, pero fluyen a un ritmo envidiable. Allí no existen las aglomeraciones, cada cual respeta su lugar. Educación nórdica. Civismo. No me cansaré de repetir esa palabra. Los restaurantes son caros, muy caros. Pagamos más de 20 euros por un plato de estupendo salmón. Hay restaurantes españoles en la avenida principal, como en cualquier ciudad del mundo (menos Vilnius). 
         Quedé prendado del barrio de Haga. La calle principal es Haga Nygata, y es el barrio bohemio y anticapitalista de Goteborg. No se parece en nada a la avenida principal. Las casas son de madera, y los jóvenes llenan las cafeterías.
          Goteborg está rodeada de pequeñas islas, habitadas por centenares de suecos que trabajan en la ciudad y utilizan los barcos de transporte público a diario. El mar helado estaba helado, y el sol se abría entre las nubes. Lástima la tormenta de vienta que azotó Suecia durante nuestra estancia. A unos 5º centígrados, sentíamos calor. Acostumbrados a no subir de los cero grados, los valores positivos se agradecen enormemente. Le cambian a uno la cara.
          No es de extrañar que Suecia esté en la cúspide mundial en calidad de vida y de servicios. También la renta per cápita es de las más elevadas. Y de ahí se deduce que la política socialdemócrata esté ganando peso en los países nórdicos. Los emigrantes no pagan impuestos, pero disfrutan de todos los servicios que provee el sector público. Los suecos, en cambio, pagan cantidades estratosféricas para tener los mismos derechos y las mismas aportaciones gubernamentales. El norte es el norte, y catetos como nosotros no tenemos demasiada cabida en el sistema cerrado de los países escandinavos. Por si fuera poco, me han comentado que Noruega es aún peor, los precios son casi el doble que en Suecia. Normal que no quieran formar parte de la Eurozona. A nadie le gusta pagar de su bolsillo lo que otros gastarán, ni aunque sea por necesidad.
         Suecia, creo que pasará algún tiempo hasta que volvamos a encontrarnos. Al menos, el tiempo necesario para que las arcas vuelvan a llenarse. Para ir allí, hay que abrigarse mucho también los bolsillos.




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