La cremallera

"No vine a arrodillarme, vine a conquistar"

domingo, 27 de marzo de 2011

Llenando de miel mi panal...

          El mundo explota, o explotará. Los pueblos huyen, el cielo se colorea con rotuladores naranjas y la nube tóxica abre sus fauces y enseña los dientes al respetable. La información ha cambiado. La comunicación ha roto líneas de separación y ha rasgado anos que antes sonreían virginales. Revolución. En los albores del penúltimo cambio de tercio, el irreverente cuadrúpedo de afiladas astas saluda devoto a la espada que más tarde atravesará la espina dorsal. Los navíos se agrupan frente a la costa norte de la madre África, pero navegan sin velas. Se mueven al compás del acordeón lúgubre de la prensa, internet y la polítca, términos cada vez más uniformes e instrumentalizados que sólo encuentran refugio en la voz, siempre hermosa, de la masa lúcida que se libró del disfraz de borrego para vestirse de kamikaze. Los amigos del pasado son ahora ratas de cloaca. Nada nuevo. Sucede en la calle, en los mercados, en los lugares de trabajo, en las mesas con velas para dos de los restaurantes 'chic', ¿cómo podría no suceder en las altas esferas? 
         La guerra es una película. Los efectos especiales los pagamos todos. Los protagonistas no son azules, pero también defienden lo suyo. Pero, ¿qué es lo suyo? El primer hombre que dijo "esto es mío" y encontró a un grupo de personas lo suficientemente menguadas como para hacerles creer que era cierto, fracturó la armonía y disparó a quemarropa contra la felicidad futura. Perderse en las junglas quizás sea el único remedio para cortar los cables que hoy nos unen a todo esto, que nos adhieren a la pantalla en la que ahora me lees. El canto anti-sistema ya está masticado, tragado y vomitado decenas de veces. Lo han intentado muchos, unos con más éxitos que otros, pero hasta la CIA se preocupa por encontrar al más insignificante trovador para cortar sus manos. El pobre que no sabe lo que es la televisión, el teléfono móvil o la cámara de fotos es el último hombre libre del planeta. "Mamá naturaleza te lo da". No le faltaba razón al oso. Preferiría vivir la mitad del tiempo del que pueda disponer, y hacerlo de una forma tan plena como lo hacen los que aún viven subidos a los árboles, en medio de la nada, inalcanzables para Google Earth
         Y mientras, a la misma hora que los niños son violados y asesinados, que brotan huérfanos bajo la mirada de sonrientes soldados de piel blanca y que los hermanos se disparan por ideas opuestas, nosotros, los de aquí, somos mierda. Nos quiebra el día llegar tarde al teatro, no rendir tanto como el gilipollas del jefe desearía, una abolladura en el lateral del coche, una carrera en la media. ¿Pero acaso no nos damos cuenta de lo que pasa? El azar, siempre el azar. Dicen algunos que el tsunami es fruto del azar, de la mala suerte. Pero aquél que coloca un hotel con capacidad para cinco mil personas en un lugar en el que siempre hubo tsunamis soy yo, o eres tú. Somos nosotros los que violentamos el orden de las cosas, los que creemos que la madre naturaleza ha sido destronada por el presente, por la tecnología, por la épica pícara del ser humano en su intento por dominar los elementos. Y nos resguardamos en el "Dios proveerá" o en el "no estaba de Dios". Agachamos la cabeza y seguimos currando para dignificar nuestras almas, para ser recordados como personas responsables y trabajadoras. Incluso los hay que prefieren estar más de ocho horas al día para vivir en paz consigo mismos, con su penosa vida diaria, con su conciencia de hormiga hecha hombre. Pero una cosa sí es inamovible: el exceso de trabajo no justifica la falta de talento. 
         Dominados por analfabetos que obligan a seguir las reglas bajo amenaza de robar tu libertad. Liderados por mentes mal formadas y amorales. Predestinados al fracaso de una vida "normal" vendida como estandarte de la felicidad. Soportando carros y carretas por miedo a perder lo que has logrado. Viendo por televisión como, lejos por suerte, la gente se quema y respira aire radiactivo. No queda otra que tragar profundamente el humo más psicotrópico y no soltar la calada hasta perder la consciencia.
          Al fin y al cabo, ¿para qué preocuparse? Sólo soy un caminante, uno que ha subido muy arriba y ha oteado desde lo alto muchos paisajes en sus veladas y más desnudas estaciones. Observando, oyendo, viendo, sintiendo, respirando y absorbiendo, untando con arena mojada todos los poros de mi piel, con el viento entre los ojos, llenando de miel mi panal...

3 comentarios:

  1. Hubo un tiempo en que también pensaba en vivir menos tiempo pero más intesamente.
    Luego me he dado cuenta que Newton pesa mucho. El punto de referencia. Más intensamente que qué.
    Déjame vivir más tiempo, que ya lo intensificaré pausadamente, a mi ritmo y a mi manera.

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  2. Ojalá pudiera expresarme como lo haces tu

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    1. Nadie podrá nunca expresarse como tu lo haces. Continua.

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