La cremallera

"No vine a arrodillarme, vine a conquistar"

miércoles, 9 de febrero de 2011

Corazón de cuna.

         Siempre me han dicho que fue un día lluvioso, y un proceso nada sencillo. Parece que el mundo y los elementos se conjuraran para llorar mi estreno. Cuando eres bebé, tu vista sólo alcanza un radio de treinta centímetros. Seguir el sendero que va marcando mamá pato es sencillo así. No se necesita más. 
          El despertador suena cada mañana a las siete en punto, pero remolonear en un mar de calor siempre complica el momento de poner los dos pies en el suelo. El sonido de la ducha se oye de fondo, y es tan relajante que aporta sosiego a los que todavía se niegan a abrir los ojos. Después, tacones. Pasillo arriba, pasillo abajo, hasta que se cierra la puerta. Es la primera vez que se abre en la mañana, y su ruido invita al resto a disfrutar de lo poco que les queda.
          Es imposible adivinar a qué se dedica realmente. Profesora, solucionadora de problemas con cualquier red interna, externa u ordenador, programadora, asistenta informática en toda la provincia, viajera de turismo interior, coordinadora de cursos. Dios sabrá. Funcionaria. Entre sus compañeros de trabajo siempre hay varios madridistas, que saben que su hijo es culé, y que lanzan mensajes desafiantes que suelen tomar forma a la hora del almuerzo. El lugar de trabajo ha cambiado de aspecto más veces de las que recuerdo. Lo interno en Diputación no cesa. Gusta mover piedras de un lado a otro, invertir la dirección del proceso, y volver a dejarlo todo como estaba. Hay que renovar el aire.
          Siempre llega la última al almuerzo. Y cuando no es así, espera vigilando la larga Vázquez López desde el balcón. Y si la niña no contesta al teléfono móvil, rostro largo, larguísimo. Y la sopa: fría. Las madres siempre temen lo peor. Quizás porque no puede pensar que su misma sangre sufre. Quizás por inherente psicopatismo maternal.
           Su humor no es heredado, sino construido. Su actitud al teléfono es hiriente para el oído humano. Risa sincera que suena falsa a leguas de distancia, acompañada de afirmaciones rotundas y constantes, que invitan al interlocutor a pensar que la conexión telefónica aún no se ha cortado por fallos técnicos. Sin embargo, si un día decidiese no hacerlo, todos pensaríamos que el teléfono ha perdido la red.
          Es limpia. No sabe mentir. Nunca lo intenta, tal vez porque es consciente de su incapacidad innata para engañar. Reiría antes de terminar de contar su mentira. Y la risa es la savia de la vida.
         Duerme cuando, como y donde sea. No sabe lo que es adormentarse, porque no experimenta esa fase intermedia. Del habla pasa al silencio. De estar despierta, a estar profundamente dormida. Y aunque duerma 10 minutos, se despierta igual que si hubiesen pasado quince horas. Desorientada, perdida, tratando de concluir con una sentencia firme una conversación que ya acabó hace demasiado tiempo. Ese es el trayecto del sofá a la cama. Momento de preguntas brillantes como cuando, después de verte, pregunta "Ay, ¿estás aquí?".
          Me echa de menos. Casi tanto como yo a ella, aunque las magnitudes de la exteriorización se midan en divisas distintas. Ella puede parecer frágil en ocasiones, pero no lo es. Se enfrenta a lo que esté por venir, bueno y malo, con el mismo gesto. Un padre puede darle la espalda a su hijo, hermanos y hermanas pueden convertirse en enemigos viscerales, un esposo puede abandonar a su mujer, pero el amor de una madre perdura siempre. Porque de ella aprendes que nunca es tarde, que siempre se puede empezar de nuevo. Por ella, ahora mismo le puedes decir basta a los hábitos que te destruyen, a las cosas que te encadenan, a la tarjeta de crédito, a los informativos que te envenenan desde por la mañana, a los que quieren dirigir tu vida por el camino perdido. Porque de ella bebes, y por ella eres. Porque madre, no hay más que una.

          Felicidad, mamá.

1 comentario:

  1. El año que estuvistes en Francia lloramos juntas cuando nos leyó, bueno empezó a leer, tu carta que no pudo terminarla.
    Y hoy, sóla en mi sofá, he vuelto a emocionarme con las cosas tan bonitas que le dices. Pero te ha faltado decir que además de ser una funcionaria o una madre estupenda, es un PEAZO de amiga, de persona y de consejera. Se desvive por TODOS y hace lo inimaginable por ayudar al que lo necesita.¡qué cumpla muchos más, Alicia, te necesitamos¡

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